Rodrigo Parrini:

"El Estado mexicano queda al descubierto y devela la alianza entre carteles de la droga y autoridades locales y estatales"

Entrevista a Rodrigo Parrini sobre la desaparición de los 43

Rodrigo Parrini, psicólogo egresado de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, hace 12 años vive en México y hace seis se desempeña como académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Durante este periodo ha participado de múltiples procesos sociales, sin embargo, relata que no había conocido ninguno como el que se vive actualmente. Recientemente se han sumado manifestaciones de estudiantes y profesores en el estado de Guerrero, y en todo el país, para exigir la localización con vida de los 43 estudiantes normalistas desparecidos el pasado 26 de septiembre.

Las Escuelas Normales tienen una larga tradición de luchas políticas en México. “Lucio Cabañas, el guerrillero emblemático de los años setenta, que fue víctima de la guerra sucia del estado mexicano contra los movimientos de izquierda, fue un profesor egresado de la misma Normal a la que pertenecían los estudiantes asesinados y los detenidos-desaparecidos el 26 de septiembre de este año”, comenta Parrini. Tras 40 años de su asesinato, “sus herederos políticos, muchachos indígenas o mestizos pobres, fueron masacrados por los mismos poderes”, añade.

¿Cómo ha vivido el proceso en México de la desaparición de los estudiantes normalistas?

La intensidad de la indignación y la profundidad del hastío colectivo me parecen inéditas. Los estudiantes universitarios fueron los primeros en reaccionar, casi recién cometidos los asesinatos contra los estudiantes normalista y conocido el secuestro de 43 de ellos. Pero el clamor y el enojo atraviesan todos los sectores sociales e incluyen a grupos y personas que habitualmente no participan en este tipo de movilizaciones o no se preocupan por estos hechos. La suma de agravios sería muy larga de reconstruir, por eso hay que entender lo que está sucediendo como la culminación o la transformación de un proceso que no empieza con la matanza de Iguala, pero que logra una extraordinaria condensación en torno a esos hechos.

El Estado mexicano queda al descubierto, debajo de la retórica de defensa de los derechos humanos emerge ese rostro ominoso que devela la alianza entre carteles de la droga y autoridades locales y estatales. Hubo muchos señalamientos previos en esa dirección, pero hoy la evidencia es indiscutible. Iguala, la ciudad del estado de Guerrero donde sucedieron los hechos, es un gran cementerio clandestino. No han encontrado a los estudiantes normalistas detenidos y desaparecidos, pero sí varias decenas de cadáveres en múltiples fosas comunes. La policía municipal (en México hay 3 tipos de policías: federales, estatales y municipales, bajo el mando de autoridades civiles distintas) era un cartel de sicarios, pagados con dinero público.

En el reportaje de Informe Especial, TVN, llamado “Viaje al centro del miedo” se dice que el temor está presente en toda la ciudad y que la búsqueda de los estudiantes normalistas solo reveló una realidad que es cotidiana en algunos Estados mexicanos. ¿Es posible hablar de un miedo e inseguridad colectiva?

Creo que hablar de miedo resta intensidad a las emociones que están en juego. Terror sería la palabra más adecuada. Sí, como dije, la policía secuestraba (el pasado es relativo, en este caso), asesinaba y luego tiraba los cadáveres “en los cerros”, amparados por el poder político, la gente de la ciudad y del municipio vivían en un estado de indefensión completa. Sería largo de relatar y de detallar, pero eso ha sucedido en muchas partes del territorio nacional: Tamaulipas es un estado del que casi no se sabe nada porque el crimen organizado impuso su ley de terror y silencio. Michoacán lo fue hasta hace poco, pero la gente se levantó en armas (autodefensas) y eso produjo, al menos, un cambio relativo. Ahora están presos el hijo del anterior gobernador, su secretario de gobierno y varios alcaldes, todos aliados y, diría, ‘funcionarios’ de los carteles de la droga.

Este panorama varía y no quisiera dar una imagen plana de un país muy complejo y diverso. Hay zonas muy tranquilas, mi propia experiencia ha sido en ese sentido favorable. Creo que el asunto central es la impunidad en la que queda cualquier delito (salvo que seas rico y/o famoso) y la incertidumbre que proyectan las instituciones. Amnistía Internacional sostuvo, en algún momento, que en el caso mexicano era difícil diferenciar entre desapariciones forzadas, en las que participa alguna autoridad o funcionario del Estado, de otras en las que los responsables son actores criminales no estatales. Si bien en Ayotzinapa es clarísima la participación de agentes estatales, en muchos otros casos ambos actores están mezclados.

¿Cuál ha sido el impacto que han tenido los medios o plataformas virtuales de comunicación en la ciudadanía mexicana tras la divulgación de nuevos antecedentes del caso?

Uno de los procesos más interesantes, relacionado directamente con esta ola de indignación, es la relevancia de las redes sociales en la producción y circulación de la información. Si bien los medios oficiales han tratado de restar importancia o han privilegiado, por ejemplo, cualquier conato de violencia en las manifestaciones multitudinarias por sobre el clamor colectivo, las redes han roto el monopolio informativo y han apolillado, por así decirlo, el control estatal o empresarial. Hay decenas de medios electrónicos de distintas corrientes políticas y sociales. Millones de usuarios de Facebook y Twitter, que forman una red densísima e incontrolable, de información, opinión, pero también de producción de saber colectivo e información ciudadana.

Quisiera poner dos ejemplos sobre su relevancia en este proceso. El sábado 15 de noviembre se produjo un incidente muy extraño entre estudiantes de la UNAM y la policía de investigación de la ciudad: los estudiantes se percataron de la presencia de algunos agentes y los persiguieron. Uno de ellos disparó e hirió a un estudiante y a un perro que lo acompañaba. Esto sucedió cerca del mediodía. Antes de que hubiese imágenes de lo que había sucedido en los medios empresariales, a través de Facebook tuve acceso a videos que habían subido testigos directos de los hechos.

El segundo ejemplo, corresponde a las multitudinarias manifestaciones que se realizaron en la ciudad de México y muchos otros lugares del país este jueves 20 de noviembre, cuando se celebraba un nuevo aniversario del inicio de la Revolución Mexicana. Los medios oficiales u oficiosos (esa mezcla entre intereses políticos y empresariales) destacaron los incidentes violentos que sucedieron al terminar la manifestación en el Zócalo de la ciudad de México. Muchos censuraron una foto impresionante en la que se ve la principal plaza del país, y la más grande de América Latina, repleta de gente que rodea una efigie ardiente del actual Presidente de la República. Esos mismos medios habían repetido hasta la saciedad las imágenes de una puerta del Palacio Nacional (equivalente al Palacio de la Moneda) en llamas, que corresponde a las manifestaciones posteriores a una conferencia de prensa del Procurador (fiscal) de la República en la que anuncia que los estudiantes detenidos-desaparecidos habían sido asesinados, incinerados y luego sus restos arrojados a un río. Pero en Facebook y en medios alternativos había cientos de imágenes y videos que eludían cualquier cerco informativo.

¿De qué manera han influido las protestas y movilizaciones sociales en la visibilización de este conflicto que involucra a estudiantes?

Los flujos de información (y resistencia) son globales. Todo lo que relato antes ha sido viral. Miles de personas en todas partes del mundo saben lo que sucede hoy en México e incluso se manifiestan. El opaco reino del terror, que sustentó a las dictaduras y las guerras sucias de los años setenta y ochenta del siglo pasado, es iluminado por millones de miradas, de cuerpos, de afectos, de pensamientos, de vínculos que se suman al hastío mexicano.

Algo que también quisiera destacar es que la clase política local (y también la global) parece pasmada, por ahora. Una interpretación de su pasmo es que no esperaban que sucediera esto. El actual gobierno había optado por modificar la “narrativa” (el término favorito de los comunicólogos neoliberales) nacional, enfatizando las reformas económicas y desalojando cualquier referencia a la violencia que azota al país. Pero las narrativas de los publicistas, escritas en sus oficinas hípermodernas, a resguardo de cualquier forma de realidad y de verdad, explotaron en sus narices, llevándose de pasada los discursos triunfalistas que hablaban de un “Mexican Moment”.

El actual presidente fue motivo de una portada de la revista Time, que lo mostraba casi de cuerpo completo acompañado de un título: “Saving Mexico”. Miles de memes han desplazado el título a “Killing Mexico”. Lo que parecía ser augurio del éxito global se convirtió en un fracaso estrepitoso. Basta leer lo que han publicado los medios de la clase financiera global sobre la actuación del gobierno mexicano ante los hechos recientes. Ejemplo de ello es el título “De mal en peor”, un artículo publicado en The Economist.

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