El crédito y los efectos de la lógica del autofinanciamiento en los jóvenes

El crédito y los efectos de la lógica del autofinanciamiento

En la actualidad, buena parte de la sociedad chilena vive endeudada con distintas casas comerciales, cajas de compensación o instituciones bancarias. Resulta preocupante que las personas comiencen a endeudarse a más temprana edad, siendo la juventud un segmento etario que ha despertado el interés del mercado. Es la denominada era de la “financialización”, en la cual parece imposible vivir sin el consumo y, más aún, sin el préstamo.

La sociedad se ha transformado y, hoy, las proyecciones, aspiraciones y expectativas de vida son reguladas por el modelo cultural impuesto por el neoliberalismo, y es que las formas en que los sujetos planifican su trayectoria de vida se vinculan directamente con el acto de endeudarse.

Se favorece el consumo como mecanismo de inserción y participación social: “La persona que no puede consumir se queda fuera de las reuniones familiares, de las salidas con amigos, sin posibilidades de vacaciones y de compartir el éxito tan añorado y celebrado por nuestra sociedad”, comenta Catalina Ivanovic, docente del Magíster en Estudios de Género y Cultura Latinoamericana de la Facultad de Ciencias Sociales.

En el caso de los(as) jóvenes, se destacan por consumir muchos productos tecnológicos y vestuario,  entre otros, que determinan identidades, posiciones sociales y prestigio. Por otra parte, “necesitan realizar una inversión que básicamente se trata de una inversión en educación”, comenta Rodrigo Figueroa, académico del Departamento de Sociología.

Durante la dictadura, la educación dejó de ser considerada un bien público para transformarse en un bien privado, por tanto, se compite por acceder a ella; parte de la competencia radica en la capacidad de endeudarse, de ser un(a) sujeto al que el sistema considera que puede prestarle dinero, pero que a través de este acto queda endeudado(a) más allá de lo razonable.

De acuerdo a sus investigaciones, Ivanovic señala que las personas suelen considerar la educación dentro de los bienes de consumo, ya que forma parte del gasto del presupuesto familiar. “Representa una carga muy fuerte para el presupuesto familiar, transformándose en un servicio que otorga movilidad social. Pero hay que lidiar con ella así como se lidia con los gastos en ropa, salud o alimentación”.

El sujeto real versus el sujeto artificial

Como si fuera un engranaje de un gran motor, el endeudamiento constituye la vida de los(as) ciudadanos(as), dejando de ser visto como algo negativo para transformarse en un mecanismo sistémico de participación. El sistema o sociedad, reitera Figueroa, alimenta trayectorias de vida que no van en función del trabajo sino que de la inversión. Entonces, “entiendes tus trayectorias de vida como apuestas permanentes donde se corren riesgos y debes tener esa mentalidad de joven arriesgado”, apela.

Un segundo elemento estructural a considerar es que la asistencia o apoyo económico que brindaba el Estado ha quedado atrás, siendo el individuo quien debe encontrar la manera de autofinanciarse, generándose así un proceso de mayor individualización y endeudamiento: “De hecho, los sujetos ya no se angustian por la deuda”, recalca Figueroa. Un fenómeno tramposo ya que en función de las deudas se produce una dependencia con las instituciones financiera y creando, al mismo tiempo, la figura del sujeto irreal que opera en la banca.

El sujeto real es el que se encuentra en una precaria situación económica, que trabaja y estudia, tal es el caso de muchos(as) estudiantes que deben costear sus estudios universitarios o profesionales. “La sociedad le propone a los grupos sociales que no existe diferencia entre el sujeto real y el de la banca, sino que son uno solo. El sujeto de la banca “artificial” es el sujeto que necesita ser permanentemente alimentado ¿Cómo? a través de los medios de comunicación”, afirma el sociólogo.

El sistema financiero crea la ilusión de que todas las personas son iguales simplemente por querer participar en el mercado transando fondos mutuos o acciones, independiente de su lugar de procedencia o estatus socioeconómico. Entonces, los(as) ciudadanos(as) se insertan en un tipo de sociedad con ciertos marcos institucionales, referencias culturales y valóricas que condicionan la conducta de los individuos dentro del mercado.

Hay sujetos que consumen de manera exacerbada o patológica, sabiendo el riesgo del sobreendeudamiento, pero lo hacen debido a la dificultad de establecer límites a los deseos de adquirir bienes. Es muy fácil caer en el consumismo, un fenómeno que “no creo que se vaya a superar simplemente con educar, pues la gente quizás ignore la letra chica del crédito pero sabe lo que implica en la vida diaria endeudarse. Tenemos una práctica crediticia donde se conocen los costos futuros”, destaca Ivanovic.

Ya sea por necesidad o por intereses personales, los jóvenes sienten que la posesión de bienes los incorpora al mundo sociocultural y es que “aquel joven que se endeuda tiene razones de ser en su propio contexto o entorno social”. Ellos(as) tienen gastos cotidianos vinculados al ocio, educación, vestuario, tecnología y otros. “Estamos en una sociedad de consumo en la que es necesario consumir para ser parte de ella, en cosas tan simples y vitales como el poner en escena nuestras identidades, por ejemplo, al vestirnos para un cargo o ser parte de un grupo de amigos(as)”, complementa.

Endeudamiento naturalizado

Para el académico del Departamento de Sociología el futuro social, económico y cultural que traerá el financiamiento mediante créditos no es muy alentador. Ejemplo de ello es la sociedad estadounidense y ciertas sociedades europeas, ya que con el tiempo han aumentado sus niveles de deuda entre los jóvenes, pese a que han implementado múltiples políticas de regulación de los mercados.

Sin embargo, para evitar mayores índices de endeudamiento se vuelve necesario, a su juicio, tomar medidas preventivas: “Así como las cajetillas de cigarrillos vienen con una alerta, los productos financieros –como tarjetas de crédito– también debieran contener una advertencia. Tenemos que ser autoconscientes, reflexivos autocuidarnos de todos esos procesos, ante una consolidación de todos estos mercados”.

La docente, Catalina Ivanovic, considera necesaria una educación financiera para la población que contribuya a comprender los contratos financieros al momento de firmarlos. No obstante, más importante es avanzar hacia una mayor equidad social. “Pienso que en este país no vamos a reducir los niveles de endeudamiento mientras las personas sientan que la adquisición de bienes y servicios les permite acceder a espacios sociales, donde esperan ser respetados y valorados”, argumenta.

Se trata de un proyecto país a largo plazo que interrogue y esclarezca para qué nos educamos. El ir a la universidad, comenta, no genera necesariamente movilidad social; “debemos contar con un sistema laboral que favorezca la inserción de esos jóvenes profesionales, de lo contrario, tendremos nuevamente una promesa incumplida cuya lógica es estudiar, endeudarse y luego pagar el crédito, sin lograr insertarse socialmente”.

Según la antropóloga social, la deuda no es un problema de malas decisiones individuales, sino un problema social debido al rol central que le damos al consumo en nuestras vidas, por la inequidad y porque nuestra integración social y éxito se ponen en escena en lo consumido, de tal manera que no podemos separar ser y poseer, lo que no necesariamente implica arribismo o aspiracionalidad”, argumenta.

“Nos encontramos en una era de expansión definitiva del financiamiento, por lo que deberíamos ser testigos de una creciente transformación de los mercados y una mayor inserción de productos financieros”, comenta Rodrigo Figueroa. En este contexto, la retórica que transmiten los programas de televisión o avisos publicitarios vehiculizan o movilizan las formas del éxito social hacia lo económico, político y cultural, todas ellas apuntando a alcanzar una matriz cognitiva de la inversión.

Cifras de endeumiento


Según la encuesta ADIMARK, el 41% de los chilenos está endeudado o le cuesta llegar a fin de mes. Acerca de la situación financiera de los(as) jóvenes, el Instituto Nacional de la Juventud (INJUV) informó que el 37% de los jóvenes entre 18 y 29 años está endeudado, mientras que en 2013 publicó que un 27% declara tener tarjetas de crédito en alguna multitienda o supermercado y el 25% menciona tener una tarjeta bancaria.

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