Sociólogo Fernando De Laire analiza la cultura organizacional en la gran minería

Sociólogo laboral describe la cultura organizacional de la minería

Comenzó sus estudios de Economía en la Universidad Católica pero al cabo de un año decidió cambiar a Sociología en la Universidad de Chile, ingresando a “La Placa” –como era conocida en ese entonces la Facultad de Ciencias Sociales– en 1986, donde se fomentaba un mayor pluralismo socio-cultural. Fue un periodo de grandes tensiones políticas en el país, recuerda el sociólogo Fernando De Laire (51), siendo “La Placa” uno de los centros de debate sobre cómo encausar la lucha contra el régimen militar. Un año también marcado por el atentado a Augusto Pinochet, con fuertes protestas a nivel nacional.

En cuanto a la formación académica, muchos(as) de los(as) académicos(as) eran avalados por el régimen de Pinochet, sin embargo, buena parte de los(as) estudiantes se formaban en los movimientos político y sociales de la época. “Nosotros también recibimos una base teórica de profesores(as) que habían sido exonerados(as), quienes hacían clases en algunos centros de oposición como la misma Flacso”, comenta. Un nutricio y estimulante clima interno que permitió, además, canalizar la lucha social en la misma universidad y fuera de ella. Desde segundo año de Sociología participó activamente en política, en el centro de alumnos y en el movimiento estudiantil.

Tras egresar y titularse de sociólogo en 1989, realizó un Postgrado en Ciencias Sociales del Trabajo en el Programa de Economía del Trabajo, asociado a la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. También es Magíster y Doctor en Sociología de la misma universidad belga. A lo largo de su carrera ha trabajado y se ha especializado en Sociología del Trabajo y Sociología del Desarrollo y Políticas Públicas, trabajando como consultor en la gran minería y también en el Ministerio de Planificación, el Ministerio del Trabajo y Previsión Social, y la Dirección del Trabajo.

Actualmente, ocupa el cargo de Jefe de Contenidos del Ministerio de Desarrollo Social, asesorando al ministro, coordinando la elaboración de contenidos y apoyando al equipo de comunicaciones sobre cómo informar públicamente a la población de las iniciativas, programas y políticas creadas y desarrolladas por la institución, que abarca programas y servicios tan variados como las metodologías para la medición de la pobreza, la Ficha de Protección Social que desde el 01 de enero pasará a llamarse Registro Social de Hogares, el Servicio Nacional de Discapacidad (SENADI), el Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), el FOSIS y la CONADI.

-¿Qué tipo de iniciativas y acciones contra la dictadura militar impulsó el movimiento estudiantil del cual participaste cuando eras estudiante?

Tuvimos que dar luchas importantes por la democratización de la FECh. Al principio, tenía una dirigencia impuesta por la dictadura a través del rector delegado. Recuerdo que en 1987, hubo un paro con alta convocatoria donde la oposición estuvo muy involucrada contra el rector José Luis Federici, quien había sido mandatado para hacer una “racionalización” que era un ataque directo a la sustentabilidad de la universidad. Fue muy dura esa lucha. De hecho, mientras se desarrollaba ese paro, ocurrió la “Matanza de Corpus Christi” de 12 militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, coincidiendo ambas cosas. Finalmente, el proceso de radicalización del movimiento estudiantil logró la salida de Federici. Asimismo, en la facultad se desarrollaron luchas para sacar a las entonces autoridades internas que, o bien eran pinochetistas, o en la práctica eran avalados por el régimen.

Lo otro que sucedía mucho era que las juventudes políticas de los partidos tenían dirigentes muy destacados pertenecientes a la Universidad de Chile. De hecho, “La Placa” permanentemente se constituyó como un centro de debate y organización política. Incluso, por la misma centralidad del lugar, muchas veces confluía la gente ahí o en Arquitectura para luego salir a marchar hacia el centro de la capital.

-A nivel político ¿qué crees que se logró de parte de los estudiantes?

Yo creo que el movimiento estudiantil, en general, fue clave en la derrota de la dictadura, al menos, en la movilización social. Al analizar los referentes de lo que se pensaba que iba a ser la transición, mucha gente que luchó contra la dictadura sintió y hemos sentido históricamente una decepción de que no se logró profundizar la democracia. Nos ha costado mucho remover los enclaves de la dictadura.

El binominal, por ejemplo, lo terminamos recién este año. Aún existen expresiones como el Tribunal Constitucional que, claramente, opera como una tercera cámara que bloquea las reformas y sigue vigente la Constitución de 1980 en muchos ámbitos.

-Al retornar a Chile, después de tus estudios de postgrado en Bélgica, en 2001 diste clases en el Magíster en Antropología y Desarrollo impartido por la Facultad de Ciencias Sociales. Comparativamente, ¿qué diferencias notaste entre la facultad de antaño con la “nueva Facultad”?

Te doy un ejemplo: durante la dictadura, los diarios murales de la escuela eran los diarios de las juventudes políticas, particularmente de la Juventud Socialista, la DC, el Partido Humanista, la Juventud Comunista y la Juventud Rebelde Miguel Enríquez. Años más tarde, cuando volví a Chile me invitaron a hacer clases en el magíster de Antropología y Desarrollo cuando la Facultad de Ciencias Sociales se ubicaba en Ñuñoa. Inmediatamente, me di cuenta que era otra la realidad de los estudiantes: observé los diarios murales y noté que había uno anarquista, otro de gente pro MIR, veganos, ecologistas, animalistas, entre otras corrientes de pensamiento. Eso reflejaba un ambiente más “postmoderno” y heterogéneo, mientras que nosotros estábamos mucho más politizados.

Yo diría que la participación social en mi época se canalizaba mucho a través de la política. En cambio ahora, las formas de canalizar inquietudes sociales son mucho más plurales. Fue un contraste bien fuerte el que percibí.

-Desde una mirada retrospectiva y analítica, ¿qué cambios esperabas que se concretaran durante los más de 20 años de gobierno de la Concertación y que aún se mantienen como herencia del régimen militar?

Al revisar el programa original de la Concertación, cuando ganó el primer gobierno con Patricio Aylwin, lo que se planteaba en materia de reformas laborales no es ni la sombra de lo que se ha hecho. De hecho, ahora mismo se está tratando de llevar adelante una reforma laboral que es acotada en su alcance, que si bien tiene cambios importantes en relación a los derechos colectivos del trabajo -que era donde más faltaba avanzar- hay múltiples bloqueos y el empresariado y la derecha se han ido de cabeza contra esa reforma. Al interior de la Nueva Mayoría también hay divisiones.

Yo no olvido que el programa original de la Concertación decía: eliminación del plan laboral de la dictadura, lo que en el camino se perdió como objetivo estratégico. Soy un convencido de que una razón importante que explica la mantención de la desigualdad en Chile es la permanencia del plan laboral de la dictadura, porque consagra una relación muy asimétrica entre el empresario y la capacidad negociadora de los trabajadores.

En todos los países, la esencia de la huelga es que le provoque algún tipo de menoscabo económico al empresario para luego negociar y generar un “equilibrio” entre los intereses de ambas partes; la huelga es un último recurso, pero debe servir como contrapeso para negociar en serio. Pero en Chile las condiciones de la huelga, que admite reemplazo interno, que debilita a los sindicatos por la vía de los grupos negociadores, la extensión unilateral de los beneficios del contrato colectivo negociado por el sindicato, hacen que en la práctica a los empresarios no les importe que haya huelga. Esas cosas duelen para quienes luchamos contra la dictadura.

-Has trabajado en el ámbito público pero también privado realizando consultorías y estudios para grandes empresas mineras como la compañía minera Doña Inés de Collahuasi o BHP Billiton Pampa Norte ¿Cómo eran las condiciones laborales que se desarrollaban en la gran minería?

De vuelta en Chile, me ofrecieron la posibilidad de trabajar haciendo investigaciones en la gran minería, primero desde la Dirección del Trabajo. Pude ir a recorrer las faenas cuando se estaba construyendo la mina Los Pelambres, visité también las faenas de la segunda y tercera región, fui a Collahuasi y Cerro Colorado. Ese estudio gustó bastante, tanto a las personas encargadas de Recursos Humanos de las empresas como a los sindicatos, ya que, en general, la gente que trabajaba en minería encontró que reflejaba fehacientemente cuáles eran las ventajas y desventajas del sistema de turnos.

Hay gente que tiene turnos de trabajo complicados, sobre todo quienes construyen los proyectos con turnos de 20x10 (tres semanas trabajando en la mina y luego tienen 10 días de descanso, descontando dos de viaje). Ese tipo de vida, evidentemente, genera problemas con las familias.

A raíz de ese diagnóstico, se elaboró una regulación bastante satisfactoria para todos porque el gran temor que tenían era que la Dirección de Trabajo -sin conocer las distintas necesidades de por qué se requerían turnos tan diversos- dijera que solo se puede trabajar en turnos de 4x4 y 7x7 y no fue así. Se colocaron ciertos límites, combinando días de descanso con días trabajados, se estableció un máximo de horas trabajadas por día y se logró una regulación razonable para toda la minería. Así me fui especializando más en la Sociología Laboral, pues ya en el Programa de Economía del Trabajo había hecho investigaciones sobre la expansión de la subcontratación en Chile a inicios de los años 90.

-¿Cuál es la evaluación que haces sobre la cultura organizacional que hay al interior de estas empresas privadas ligadas a la minería, en cuanto a calidad del empleo y posibilidad de sindicalización?

La gran minería es un sector privilegiado a nivel país en dos sentidos: poseen un nivel de ingreso promedio de los trabajadores de las mandantes que es muy superior a la media nacional. Si se consideran a los trabajadores de las empresas contratistas que prestan servicios para la minería, la situación cambia, pues sus salarios no se diferencian mucho de la media nacional. Sin embargo, resulta atendible el reparo que los trabajadores de las empresas mandantes hacen sobre sus salarios y es que, efectivamente, en relación a la media nacional son altos; pero si se consideran en proporción a las utilidades que obtienen las empresas de la gran minería con su trabajo, los sueldos representan una baja proporción de estas.

La otra gran característica tiene que ver con una cultura minera que posee niveles de sindicalización muy altos, es de los mayores en el país. Eso también les da un poder de negociación que se refleja en la calidad de los beneficios recibidos.

Ahora, los trabajadores de la minería siempre comentan dos desventajas que comparto plenamente: una es que las condiciones laborales son muy sacrificadas, de hecho el problema de los turnos genera dificultades con sus grupos familiares que no son fáciles de sobrellevar. La altura y asilamiento también complican el trabajo. Otro punto con el cual concuerdo es lo que ya te dije, que si se consideran sus salarios en relación a la media nacional, son altos; pero si se considera en proporción a lo que gana la gran minería o empresa con su trabajo, el sueldo ya no es tan desmedido. Todo depende del patrón con el cual comparas.

Ahora, este argumento fue particularmente válido durante el ciclo de altos precios del cobre, que llegó a estar a cuatro dólares la libra. Hoy está a la mitad de ese valor, lo que ha significado un brutal ajuste de costos y de dotaciones.

Creo que, en resumen, todo lo que te explicado hace que la cultura de la empresa minera sea muy particular porque, primero, los trabajadores y sus organizaciones tienen una identidad muy fuerte. Por otro lado, el modo de vivir laboral también es muy específico por la soledad y el rigor del clima. El sentido de fuerza y unidad que da el tener sindicatos fuertes también construye un sello particular. Entienden que trabajar unidos y asociarse en un sindicato es beneficioso.

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