Modelo neoliberal de la educación es analizado por el sociólogo Víctor Orellana

Modelo neoliberal de la educación es analizado por Víctor Orellana

A los 10 años, Víctor Orellana (32) nacido en El Salvador en la Región de Atacama, se trasladó a vivir a Santiago. Un día, cuando cursaba segundo medio del Liceo Aplicación, su papá le regaló el libro “Chile actual. Anatomía de un mito” del sociólogo Tomás Moulian y desde entonces supo que quería estudiar la misma profesión.

El ex Presidente del Centro de Estudiantes de la Faculta de Ciencias Sociales (año 2004) y Secretario General de la FECh (2005), recuerda como su periodo de estudiante universitario estuvo marcado por el nuevo despertar del movimiento estudiantil que demandaba mejorar la facultad, para luego sumarse la movilización pingüina de 2006. Se siente afortunado por haber conocido y participado de manera directa en las manifestaciones, ya que ayudó a formarse como sociólogo. “Sentíamos que necesitábamos identidades nuevas y categorías nuevas y la sociología nos ayudó a realizar ese aporte”, señala.

Víctor Orellana, además de sociólogo, es Magíster en Ciencias Sociales, Mención Sociología de la Modernización de la Universidad de Chile, desde 2011 hace clases en la Facultad de Ciencias Sociales y a partir de 2014 también imparte cursos en la Facultad de Economía y Negocios y en el Programa de Bachillerato de la Universidad, y también en la Universidad Alberto Hurtado.

Ha escrito publicaciones y es Investigador Asistente del Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la Universidad de Chile y es Coordinador Ejecutivo del Compromiso por una Nueva Educación de la Fundación Nodo XXI. Por sus aportes al debate educativo, fue elegido por Revista Sábado como uno de los 100 jóvenes líderes 2015.

-Tu trayectoria como investigador ha estado claramente definida y orientada hacia la reflexión en torno a las mejores a la educación escolar y superior ¿Cómo la Sociología ha permitido levantar propuestas de reforma en el sistema de educación chilena?

Mi interés por la educación nació en las manifestaciones estudiantiles, porque sentía que vivíamos en una sociedad en la cual -por alguna razón- muchos conflictos se expresaban en la educación. En la educación se expresaban muchas contradicciones del nuevo Chile, entre ellas su mercantilización, este que debiera ser un derecho fue entendido políticamente como una función de distribuidora de oportunidades sociales.

Durante siglo XX el bienestar social estuvo asegurado por un Estado que aseguraba derechos. En contraposición, cuando eso no ocurre, los individuos deben competir y “pelear” entre ellos por las vacantes de bienestar que hay en la sociedad; es como una gran silla musical donde hay pocas sillas en las que solo uno se puede sentar.

Asimismo, el grado de importancia que los padres le asignan al tipo de colegio donde deben estudiar sus hijos es enorme. En Chile ocurre que como no hay derechos garantizados, uno se juega todo en el colegio, por lo que el nivel de significación sociocultural de la educación es muy alto.

A lo largo de mi participación en proyectos como Nodo Fundación XXI, en el Centro de Investigación Avanzada en Educación y en el Centro de Investigación en Estructura Social (CIES), he constatado que la sociología en educación ha estado al debe, porque la investigación –generalmente– se centraba en el ámbito técnico sobre mejoramiento de la enseñanza, es decir de mejorar la calidad tanto a nivel de educación escolar como superior.

Me parecía que ese paradigma estaba agotado al no hacerse cargo de aspectos que estaban ocurriendo en educación; faltaba también recuperar las viejas preguntas de la sociología y es que en la educación no solo ocurre un proceso técnico –adquisición de habilidades y sociabilización de conocimientos– sino también un proceso social. En general, esos procesos sociales tienen que ver con la reproducción de estructuras de clase.

A mí me parecía que ese tipo de mirada más bien se orientaba hacia una aproximación economicista, que esgrimía que el problema de la desigualdad en la educación es la mala calidad, por conclusión, la gente pobre tiene peores trabajos y mejorando la calidad alcanzamos una mayor igualdad. Al tratarse de un proceso técnico lo que hay que hacer es investigar cada unidad productiva en cuanto a su rendimiento, medido por pruebas estandarizadas. Me parecía que, simplemente, ese paradigma era incapaz de observar la realidad, incapaz también de explicar lo que ocurrió en 2006.

Yo diría que la economía de la educación se hizo predominante y la sociología de la educación era como un vagón de cola, haciendo los estudios cualitativos a ese mismo enfoque. Entonces, me (nos) parecía que había que reinsertar una antigua pregunta en sociología de la educación basada en la educación como espacio social, no únicamente como producción técnica. Ocurren procesos sociales de reproducción de intereses sociales y, por tanto, de oposición y pugna de esos intereses sociales. Lo primero que debe hacer las ciencias sociales es explicar la realidad.

En el caso chileno, como la expansión de la matrícula la hizo el mercado esta se distribuyó en distintas aulas, una para cada sector social, desde la Universidad de Los Andes hasta el CFT más precario. Por tanto, primero debemos desmercantilizar y luego expandir la educación pública de manera que ese estudiante de la Universidad de Los Andes con el del CFT se encuentren.

-El año pasado, junto a Cristian Bellei, presentaste un estudio del cual también participó el profesor Manuel Canales sobre los factores que inciden en la elección de colegios por parte de los padres, y se desprende que obedece a un proceso racional, cuya lógica está íntimamente ligada a la clase social. ¿Qué ha ocurrido en el sistema escolar chileno que se vuelva una aspiración acceder a una escuela privada en desmedro de una municipal?

Esta investigación que desarrollamos tenía por finalidad comprender, sociológicamente, las bases del mercado y es que el capitalismo siempre actúa incrustado en valores o normas sociales. Por eso, queríamos analizar cuál era el soporte sociocultural del mercado en Chile.

Dentro de las conclusiones –y esto tiene que ver con mi intención de explicar lo que ocurre en la sociedad– destaca que la gente –aunque suene evidente– actúa de manera racional y argumentada. Padres y madres entienden que este es un mercado de oportunidades sociales, por tanto, un mercado de segregación en el sentido de que las personas sienten la necesidad de rodearse de los(as) mejores(as) compañeros(as).

Esto tiene varias lecturas a lo largo de la estructura social: para la elite es vincularse con ellos(as) mismos, para los sectores medios es no descender, socioeconómicamente hablando. Como a la educación le asignamos la responsabilidad de otorgar oportunidades sociales y como la mercantilizamos lo que hay es un mercado de oportunidades sociales.

Por otro lado, hay una idea que trabajaremos en profundidad en el próximo libro que sacaremos en la Fundación nodo XXI y guarda relación con el tipo de empresario en educación que se constituyó. En Chile –y esto está ampliamente documentado– el empresariado tiene un patrón rentista, esto significa que busca nichos de ganancia segura, entonces el mismo patrón que obtenía ganancias a partir de la explotación de recursos naturales rentó también del capital social y cultural de las familias.

El mercado escolar, al entender que había una demanda por seguridad social, respondió rápidamente rentando de ella, por lo que el precio de los colegios no tiene que ver con el puntaje SIMCE –como lo plantean quienes participan de la política pública que ven el mundo a través de una planilla– sino más bien con el carácter social de los(as) compañeros(as), como espacio de socialización.

-Sobre el proyecto de Carrera Docente, este 28 de enero fue aprobado el proyecto, despachando la iniciativa para que pase al tercer trámite constitucional y sea promulgada este mes. ¿Qué te parece el escenario actual que vive el proyecto en el Congreso?

Lo voy a plantear de esta manera, cada vez que a un sistema se lleva al extremo, aparecen cosas irracionales. El mismo Rector Ennio Vivaldi en algún momento dijo que Chile era el neoliberalismo como Rumania era el socialismo real. La carrera docente es la expresión más nítida de una “borrachera tecnocrática” que no sólo se contrapone al sentido común sino que a la investigación científica.

El problema central es que para el paradigma neoliberal los salarios deben fijarse según productividades individuales técnicamente demostradas, y no pueden ser objeto de deliberación política, por eso al neoliberalismo nunca le ha gustado que haya un salario mínimo. Como eso es imposible en educación porque es muy difícil determinar cuánto aporta cada profesor(a) a través de una medición estandarizada –que es como ellos evalúan la calidad educativa– inventaron la idea del valor agregado. Esto quiere decir que le pago al(la) profesor(a) según cuánto valor le añade/aporta al(la) estudiante.

Dada su poca viabilidad de implementación, el gobierno buscó instrumentos de medición al profesorado que se correlacionen con ese valor agregado y crearon un enorme sistema de fijación de precios de los educandos. Toda esta reforma se ha transformado en una fijación tarifaria en educación escolar, al igual que en educación superior. Esa es la idea matriz del proyecto.

Tampoco se hace cargo de los principales hallazgos de la literatura internacional y nacional referentes al problema del profesorado en Chile acerca de la cantidad de horas no lectivas, poca estabilidad laboral y la gran cantidad de alumnos(as) por sala, el denominado “agobio” por los(as) propios(as) profesores(as). Era evidente que esto iba a explotar y el movimiento del profesorado está recién comenzando.

Conectándolo con lo pregunta anterior, dado que en Chile hay un mercado de la segregación, el(la) profesor(a) también es un(a) productor(a) de segregación, eso lleva a la precarización del trabajo del profesorado y a la constante rotación laboral, especialmente en establecimientos particulares-subvencionados ya que muy pocos(as) son contratados(as).

En síntesis, el nivel de tecnocratización ideológica del Proyecto de Carrera Docente conlleva numerosas mediciones que –sumado a este mercado de la segregación presente en el ámbito escolar– termina redundando en un profesorado sobreexplotado. Hay que dejar de “reventarlo”, y este proyecto profundiza el problema. No es una carrera docente, y de todo lo que ha hecho el gobierno me parece que ha sido lo peor.

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