María Emilia Tijoux, académica del Depto. de Sociología, critica el racismo en Chile:

"Encontramos que Machu Picchu es maravilloso y peleamos por comer en restoranes peruanos, pero no queremos peruanos al lado de la casa"

Cómo enfrentar la migración y el racismo en el país

Fue el 16 de abril del 2015. Los organizadores del seminario “Racismo en Chile. La piel como marca de la inmigración” entregaron a representantes del gobierno y de organizaciones sociales, un documento con 60 recomendaciones para políticas públicas contra el racismo, las que incluían el reconocimiento constitucional de la plurinacionalidad dentro del Estado de Chile, que éste asegure la idoneidad de los profesionales de áreas de trabajo directo con migrantes, implementar planes curriculares adecuados a la diversidad cultural, definir una políticas de salud que expliciten los derechos y deberes de las personas migrantes regulares e irregulares, entre otras.

Las propuestas fueron entregadas por un equipo liderado por la académica del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales, María Emilia Tijoux, y tenían como objetivo aportar al proceso pre legislativo de una nueva ley de migraciones para Chile, normativa que debió entrar a trámite al parlamento el segundo semestre del 2015, pero que el 2016, como informó el Ejecutivo, fue postergada sin nuevos plazos establecidos.

Esas recomendaciones y las ponencias de ese encuentro que reunió a centenares de personas, están plasmadas hoy en el libro "Racismo en Chile", editado por la profesora Tijoux y publicado por la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones y la Editorial Universitaria, texto que fue presentado este jueves 12 de mayo.

Para la vicerrectora de Extensión y Comunicaciones, Faride Zeran, “este es un libro fundamental en tanto da cuenta de un debate –que definiría como incipiente- sobre el racismo en nuestro país, un tema que habitualmente no vemos de frente, sino que lo barremos bajo la alfombra. Por qué Chile es un país racista, cuáles son los argumentos que se dan y cómo contrarrestarlos, son parte de la argumentación central de este libro, que se constituye hoy en un material necesario”.

“Nosotros denunciamos que se hable de problema porque la migración es un fenómeno social que ocurre en todas partes del mundo. Hay que preguntarse por qué se trata como problema en nuestro país”, explicó la profesora Tijoux.

Como señaló, “todo lo que tiene que ver con el ámbito jurídico habla de lo extranjero, hay un Departamento de Extranjería, por lo tanto el concepto de inmigración refiere a algo particular, personas, orígenes, cuerpos, colores, situaciones económicas particulares, y en ese sentido afirmamos que la inmigración no quiere decir inmigración sino seis nacionalidades específicas: Bolivia, Perú, Colombia, Ecuador, República Dominicana y Haití, y los que quedan fuera de esa categoría son considerados extranjeros”.

-¿Cómo es que esa diferenciación entre los migrantes y extranjeros deviene en racismo?

Tenemos más de 600 mil inmigrantes en Chile, sin embargo la recepción y significación que se hace de esa inmigración es racista, porque sino no podríamos entender que a estos hombres y mujeres que vienen a trabajar a Chile -porque en sus países han sido expulsados, perseguidos, empobrecidos, que no traen capital económico, y los capitales culturales que traen son vistos negativamente- sean vistos negativamente por la sociedad chilena; que sean percibidos y acusados injustamente de cosas que no necesariamente llevan a cabo.

Se unen características físicas como color de piel, altura, forma del cuerpo, rasgos con características culturales, que son propensos al desorden, al delito, a la prostitución, a una cantidad de cosas vinculadas con estas características corporales. Eso es racismo. Lo que hemos querido decir con lo que hemos hecho es que la pregunta que hay que hacerse no es por quienes llegan, sino por nosotros.

-¿Se puede hablar de una trayectoria del racismo en Chile?

Claro, porque el racismo está inscrito en la historia de Chile y comenzó con la esclavitud en la colonia que pareciera que nunca hubo. Ésta tiene dos momentos: la esclavitud con personas deshumanizadas, animalizadas, usadas para el trabajo, para el sexo, para amamantar los niños también, y luego un segundo momento de una nueva deshumanización por parte de quienes no son europeos. Son dos momentos que marcan por distintos lados una historia chilena racista, donde además surge en los textos literarios, en las canciones, en las bromas, en los chistes, en la televisión, como algo natural. Esa diferencia que establecemos con el otro está tan ingresada en nuestra mentalidad que finalmente se vuelve como una segunda naturaleza.

Una de las cosas que cruza la historia de estos inmigrantes es la condición del trabajo, son mano de obra barata sobre todo para el sector servicio: empleada de casa particular, jardinero, en la construcción, en la basura, limpiando las calles, supermercados, barriendo como si hubiese nichos laborales en los que se pueden instalar: es trabajo para negros.

-¿Por qué en su equipo de investigación hablan también de “sexualización”?

Porque curiosamente a esta misma gente que se la niega y se la trata mal son los sujetos privilegiados del reggeaton, de los martes femeninos, despedidas de solteros o solteras. ¿Dónde va la gente de vacaciones? Al Caribe, donde está el goce, la música y estos cuerpos que son los que están en la fantasmagoría de chilenos y chilenas donde el lugar de este mulato o negro aparecen como figuras sexualizadas que implicarían una construcción de erotización en la sociedad chilena.

-¿Qué opina respecto al atraso del proceso de la nueva ley de migración?

La ley, que se suponía había sido armada por distintos actores de la sociedad chilena, pero principalmente pensada desde el Estado, se suponía que salía en marzo para reemplazar el Decreto Ley de 1975, que está pensado bajo el concepto de seguridad interior del Estado.

Se supone que la de hoy día va a estar hecha bajo el eje de los derechos humanos, pero resulta que la están revisando de nuevo y dicen que la revisión obedece a cuestiones económicas. Yo me pregunto, qué tipo de cuestiones económicas. ¿No será acaso que están estableciendo control de fronteras para dejar entrar a algunos y otros no; que están viendo en qué nichos laborales se les sigue ubicando; que de nuevo esta ley de ahora, bajo la eje de los derechos humanos seguirá siendo una ley que funciona a través de la seguridad nacional, porque estamos frente a, como se ha dicho, “enemigos, peligrosos, malvados, que nos van a invadir, que nos van a quitar el trabajo, el marido y las mujeres”.

-¿Qué debería pasar, qué cambios debería haber para que como sociedad avancemos en este tema?

Creo que una primera cosa es lo que está dándose en la educación con niños y niñas que están viviendo juntos y compartiendo espacios. Nosotros estamos también con otro proyecto que es el “Contra el racismo nos educamos”, que ganó un fondo Valentín Letelier de la U. de Chile el año pasado por el que estamos trabajando con los colegios. Hay una educación que hacer también al interior de las universidades, donde haya cursos para enfermeras, médicos, asistentes sociales y todos los que reciben y comparten con la gente.

Otra cosa importante es conocer un poco más de las culturas de los países, porque curiosamente encontramos que Machu Picchu es maravilloso, peleamos y hacemos filas para comer en restoranes peruanos y encontramos que es la mejor gastronomía del mundo, pero no queremos peruanos al lado de la casa. Curiosamente tampoco queremos ver que nosotros somos una suerte de isla al final del mundo y suponemos que somos el centro, pero no.

Hay mucho por hacer. El racismo no se va a acabar, las sociedades siempre van a buscar a otro u otra para odiar, aniquilar, maltratar, y sobre todo si ese otro o esa otra no tiene medio económico y además tiene una figura, un color y un cuerpo que no corresponde a la Barbie que se nos ha vendido.

Hay que sacarse de encima esas representaciones porque la realidad existe de todos modos, por fuera de todas esas naturalezas y representaciones que tenemos. Creo que por sobre todo hay que darse cuenta que uno puede hacer sufrir a otro, y no es una cuestión cristiana ni mucho menos, si no si uno mira de reojo o desprecia a una persona y no nos damos cuenta de que el otro lo pasa mal, el problema no está en ella sino en nosotros.

-¿Qué nuevos pasos debe dar la Universidad de Chile en esta materia?

Abordar este tema es nuestra obligación, somos servicio público. Estamos aquí para ver cómo podemos hacer las cosas más justas y bueno, ojalá que logremos hacer lo que estamos esperando en la Universidad de hacer un centro de acogida de inmigrantes de la U. de Chile. Tenemos todo para hacerlo: médicos, abogados, trabajadores sociales, artistas, profesores, parvularias. Sería el lugar ideal para un centro de acogida laico, republicano, diríamos, y sobre todo preocupados del modo en que se puede acoger a las personas.

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