Concurrido conversatorio puso en relieve diferentes experiencias y reflexiones sobre género y feminismos

Concurrido conversatorio puso en relieve género y feminismos

El mismo día en que decenas de académicas de la Universidad de Chile presentaron el "Manifiesto y propuestas de igualdad de Género de las académicas de la U. de Chile" al Rector Ennio Vivaldi, durante la tarde se realizó en la Sala de Sesiones del Senado, en Santiago, el conversatorio “Generaciones, género y feminismo: voces y reflexiones”, siendo el primero de un ciclo de Diálogos con la Ciudadanía, organizado por Centro Interdisciplinario de Estudios de Género (CIEG) de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile y el Presidente del Senado, Carlos Montes.

La actividad, realizada el 04 de junio con una masiva asistencia y participación del público que repletó la Sala, contó con la participación de las fundadoras del CIEG y académicas del Depto. de Antropología, Sonia Montecino y Loreto Rebolledo del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI), la ex presidente de la FECH, Melissa Sepúlveda; actual vicepresidenta de la FEUC, Araceli Farías, y la psicoanalista y columnista, Constanza Michelson; conversación que fue moderada Bet Gerber, cientista social y columnista.

En medio del denominado “Mayo Chileno”, movimiento desarrollado por estudiantes de diversas universidades en contra del sexismo, acoso y violencia de género, la profesora Sonia Montecino planteó tres hipótesis referidas a las movilizaciones actuales pero vinculadas a otras acaecidas en décadas precedentes. Cada 40 años y “en consonancia con el mundo, los movimientos y demandas de las mujeres y el feminismo emergen a la luz en ciclos que se caracterizan, como sostuvo Julieta Kirkwood, por estallidos y silencios”, describió.

Haciendo un repaso histórico, recordó las luchas feministas por la ciudadanía y voto universal entre los años 30 y 40, también abogando por la paz durante la Segunda Guerra Mundial. Luego de cuatro décadas de silencio, a partir de los 70 y durante los 80, los movimientos de mujeres y feministas resurgieron en lo público con un reclamo ético y político contra la dictadura militar, reclamando una democracia radical (“en el país y en la casa”) y dialogando con otros países latinoamericanos y contando con la solidaridad de los feminismos del primer mundo.

Hoy, “en lo que parece ser un nuevo ciclo, las demandas adquieren un rostro generacional”, señaló la antropóloga. La construcción del sujeto mujeres-estudiantes se posa en la violencia sexual, con un centro en el cuerpo, pero desplazándose hacia uno de los núcleos del discurso androcéntrico: el modelo educacional sexista. Una irrupción que se conecta con manifestaciones en redes sociales como #MeToo y, al mismo tiempo, con expresiones de violencia de género en América Latina que se reiteran en los feminicidios, con casos impunes de asesinato a mujeres indígenas, lesbianas y activistas.

Complementando la tesis de Julieta Kirkwood, los silencios en ciclos anteriores han estado plagados de murmullos. Desde mediados del 70 hasta hoy, es posible apreciar que junto con la llegada de la democracia en los 90 se desarrolla el feminismo de Estado con la creación del Servicio Nacional de la Mujer, época en la cual los feminismos se fragmentaron. “Hablo en plural porque nunca hubo uno solo, sino que diversos feminismos que compusieron, eso sí, un rostro colectivo y se diseminaron en la academia, partidos, ONGs, corporaciones, agrupaciones y otras formas de colectivo”, comentó.

El carácter generacional (del movimiento actual liderado por jóvenes estudiantes) de este posible nuevo ciclo nos enfrenta, según sus palabras, a una metáfora que utiliza Hannah Arendt –y que cita Fina Birulés– para hablar de lo político: “La mesa une y separa a los hombres, al mismo tiempo y ciertamente, podemos acentuar lo que nos une y nos separa. Pero sin la mesa, sin un espacio donde singularizarnos, quedaríamos comprimidas las unas contra las otras en un solo modelo de feminidad”.

Uno de los espacios o instituciones donde sigue operando el androcentrismo es la universidad, cuya fundación estuvo vinculada a conventos y espacios masculinos y con una impronta que no se ha podido modificar radicalmente. “La universidad sigue siendo androcéntrica desde, por ejemplo, la perspectiva académica. Claramente, los hombres tienen más posibilidades de dirigir equipos de trabajo o investigación. Por otro lado, las lógicas de trabajo femenino no se valoran, lo que se valora es al jefe de trabajo”, criticó la académica Loreto Rebolledo.

Sin embargo, plantea con optimismo que los avances que se pretenden alcanzar trascienden los protocolos y reglamentos, ya que apuntan hacia una demanda mucho más profunda como es la educación no sexista, respaldada también por académicas: “Más de 260 académicas de distintas facultades e institutos de la Universidad de Chile nos reunimos e hicimos un manifiesto y propuesta al rector (entregado esta mañana)”, relató.

Reflexiones de las nuevas generaciones de mujeres

Desde la vereda estudiantil universitaria, la vicepresidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUC), Araceli Farías, narró y comentó parte de su experiencia en el actual movimiento feminista y cómo llegó a involucrarse en éste. “Muchas de nosotras, quizás, fuimos feministas sin saberlo. Tal vez nos volvemos feministas por necesidad, en base a la experiencia de violencia y abuso”, y como estudiante en la casa de estudios le tocó vivir de forma más dura el machismo.

Esta movilización está logrando que las mujeres se atrevan a hablar y no callar más. Mientras que en los hombres está generando un cambio, al menos un cuestionamiento entre muchos de sus compañeros sobre cómo tratar y referirse a las mujeres. “Pienso que, a diferencia de otros movimientos sociales como el educacional de 2011, este no solo trata de las diferencias materiales, sino que critica cómo se vulnera nuestra integridad en tanto personas. Otro elemento importante que brota del movimiento es que las mujeres somos capaces de reunirnos y apoyarnos entre nosotras; esto ha llevado a reivindicar el concepto de sororidad que muchas veces a nosotras mismas nos cuesta entender porque hemos sido criadas para competir”, destacó.

La tercera mujer en presidir la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECh), periodo 2013-2014, Melissa Sepúlveda, también habló desde su experiencia universitaria, en medio de un interesante proceso en el cual participaron varias mujeres y compañeros(as) de la disidencia sexual. También se refirió a su trabajo en zonas rurales del sur de Chile y en Mozambique, África, donde el socialismo no ha llegado para las mujeres.

Durante su periodo al mando de la federación, “nos preguntamos cómo derribar 5000 años de patriarcado. Tomo un concepto de Araceli Farías y tiene que ver con la autodeterminación en medio del tema de los acosos. La autodeterminación o soberanía de los cuerpos salió a la luz, en un primer momento, con el debate sobre aborto en tres causales, donde las dos primeras causales no estaban en cuestión porque se hacían en los hospitales. Pero cuando se hablaba de violación, ese fue el tema controversial porque tocaba la soberanía del cuerpo de las mujeres”, apeló.

El feminismo provoca e incomoda, subrayó al igual que otras panelistas. Al interior de la federación le tocó incomodar y hablar, por ejemplo, de las brechas de género de tipo salarial. Al mirar hacia el futuro, Melissa piensa que los futuros temas de demanda social estarán ligados al territorio e infancia, sobre los cuales el feminismo tendrá mucho que aportar.

La psicoanalista Constanza Michelson también evocó sus experiencias e incursión en teorías relativas a género y feminismo, no sin antes agradecer y comentar que le parecía simbólico que mujeres conversaran en un espacio donde se dirimen decisiones cruciales por parte de hombres que disputan ser el más feminista, generando risas y aplausos del público asistente.

En sintonía con otras expositoras afirmó que “a todas nos ha tocado vivir algún tipo de abuso en lo público o privado. Yo soy de la generación de cuando se hablaba sobre el fin de la historia, con resabios de mayo del 68 y la liberación sexual. La década del 90 parecía una época muy extraña y particular, y el feminismo se veía en la academia. Hasta cierto punto, con mi generación hemos caído en cierta trampa porque veníamos transitando como hijas de una cierta liberación, pero al mismo tiempo venía otra revolución subyacente que era la del neoliberalismo”, comentó.Eso, agregó, “provocó que nuestro feminismo fuese de tipo solitario e individualista”.

Para la autora del libro “Las 50 sombras de Freud” la cuarta mujer que sucede a la “Tercera Mujer” de Gilles Lipovetsky –aquella entendida como sujeto y no como objeto– es también un sujeto social, fenómeno que ocurre actualmente con las movilizaciones desarrolladas por mujeres a nivel nacional, tanto en universidades públicas como privadas.

Estas múltiples voces de distintas generaciones dieron cuenta de que el problema no está zanjado y que su profundidad requiere escuchar las nuevas perspectivas, así como también las posturas cimentadas en la historia de los feminismos en Chile.

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