El "genocidio social", un problema sistémico que afecta a nuestra sociedad

El "genocidio social", un problema sistémico que afecta a nuestro país

Su trabajo se inscribe en el campo de las artes con énfasis en estética, historia del arte, incorporando una mirada sociológica, filosófica y política, desde esta perspectiva interdisciplinaria, Luiz Renato Martins, inauguró la IX Escuela Chile-Francia: "Estados del neoliberalismo" que se desarrolló entre el 4 y 6 de mayo, cuya ponencia se tituló “La era de los genocidios”.

En relación a cómo ha incidido el neoliberalismo en la vida cotidiana de nuestras sociedades, Martins señala que “lo que tenemos que dejar claro es que el discurso neoliberal es un discurso de clase y nosotros, especialmente investigadores de las universidades públicas, vincular la investigación universitaria y los cursos a las luchas del pueblo”.

El académico brasilero también participó de “Dos conferencias sobre el Regicidio” en la Facultad de Ciencias Sociales el 7 de mayo, concepto proviene de la decisión fundacional de la República francesa de la existencia de una república sin monarquía. “El regicidio es una decisión política, racional y mayoritaria tomada por un órgano de representación política que decide condenar a muerte al rey en la medida que es incompatible con el régimen”, explica.

Luiz Renato Martins es Periodista, Magister en Filosofía y Doctor en Estética. Actualmente es profesor del Departamento de Artes Visuales de la Escuela de comunicación y Artes de la Universidad de Sao Paulo en Brasil, donde también es Coordinador Científico del Centro de Estudios DESFORMAS (Desmantelamiento y Formación de Sistemas Simbólicos). Su trabajo se inscribe en el campo de las artes con énfasis en estética, historia del arte y política.

-En el marco de su participación en la IX Escuela Chile-Francia ¿cuán necesario es analizar el neoliberalismo desde una mirada interdisplinar?

Esto es una fórmula abstracta que no dice nada. No se trata de contraponer la mirada interdisciplinaria a la mirada especializada, porque el post-modernismo propone esencialmente un discurso ecléctico e interdisciplinar. No se trata de oponer interdisciplinariedad contra disciplina, sino que los saberes tienen contenido de clase y cualquier saber efectivo o real está vinculado a demandas sociales.

Lo que tenemos que dejar claro es que el discurso neoliberal es un discurso de clase y nosotros, especialmente investigadores de las universidades públicas, debemos vincular la investigación académicas a las luchas del pueblo. Es decir, construir discursos críticos con contenido de clase que destruyan intelectualmente al discurso dominante.

-Actualmente, ¿en qué casos o contextos es posible visualizar la persistencia de esta denominada era de los genocidios?

Yo diría que vivimos permanentemente bajo genocidios. Yo hablé sobre toda la discusión del genocidio que se renovó a partir de Jean-Paul Sartre en los años 60, sobre los crímenes de guerra de Estados Unidos en Vietnam y que después se reformuló una vez más en los años 70 a partir de dos intervenciones decisivas. Una de ellas fue la de Pasolini acerca del genocidio antropológico-cultural como constitutivo de la ola de renovación del capitalismo.

Chile está bajo un genocidio permanente, basta ver lo que ocurre con el sistema de jubilaciones que no existe, o sea los(as) viejos(as) están condenados al genocidio. La salud y educación son confiscadas a las clases trabajadoras, y es que es inconcebible una educación pública pagada. Es una interdicción a trabajadores(as).

El genocidio se ha agravado mucho más con el desarrollo planetario del neoliberalismo, pero Chile es una frontera avanzada del genocidio desde 1973; ustedes viven en un gran campo de concentración.

-Hace cuarenta años Pier Paolo Pasolini señaló que la modernización tardía acelerada es inseparable de genocidio cultural. ¿Es este el paradigma de modelo social que nos gobierna?

Así es, y yo quiero destacar que Chile fue el laboratorio avanzado de este fenómeno. Sin embargo, todos estamos gobernados por este modelo. Ahora mismo en Brasil tenemos un gobierno presidido por el partido de los trabajadores, con votos de los trabajadores pero nuestro ministro de finanzas es un “Chicago boy”.

Una de las grandes tragedias –y sin duda que para Chile fue el golpe militar– que nos toca directamente es la transición española. Es inconcebible que una dictadura como la franquista o la militar chilena entreguen el poder. Las transiciones que se hicieron en esos países fueron tramadas por los gobernantes de la dictadura para que se preserve el modelo económico y la Constitución, y ninguno de los criminales militares fue condenado.

En Brasil continúan los mismos generales ostentando los mismos puestos de comando, quienes murieron de forma natural. Lo mismo en España, hasta ahora no hubo ninguna investigación efectiva de los crímenes franquistas. Entonces, sigue el modelo económico –que es el principal–, sigue la impunidad de los torturadores, y en este caso Argentina es una excepción gloriosa. Continúan también los mismos propietarios en la prensa, porque hay que decir que los medios que apoyaron los regímenes criminales en España, en Brasil y en Chile mantienen los mismos dueños.

La universidad, por lo menos en Brasil, sigue con la misma jerarquía. Cuando se ingresa al salón principal de la Universidad de Sao Paulo se aprecian en las paredes del Aula Magna las pinturas de retratos de rectores que fueron ministros de Justicia durante la dictadura militar. Ahí están honorados como siempre.

-Al respecto, ¿qué rol debiera ejercer el(los) Estado(s)? y ¿de qué manera el Estado garantizaría la restitución de dichos derechos?

Yo creo que a las capas medias, con un sentido crítico y los órganos de Estado que tienen autonomía, como el Poder Judicial o las universidades, deben apoyar la constitución de organizaciones obreras independientes que puedan ser la raíz de un nuevo gobierno. Las dictaduras tienen que ser derrumbadas por el pueblo, renovando por completo la estructura del poder, constituyendo tribunales para juzgar a los criminales. Y, desde luego, hay que invertir por completo las relaciones económicas que son genocidas; hay que juzgar también a los propietarios de prensa que son absolutamente afines a la dictadura.

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