Doctora en Sociología de la Universidad París VIII y coordinadora del Núcleo Sociología del Cuerpo y las Emociones FACSO:

Socióloga Mª Emilia Tijoux: ¿Autonomía del cuerpo? Género y feminismo en postdictadura

Socióloga Mª Emilia Tijoux: '¿Autonomía del cuerpo de la mujer?'

-I-

Quiero agradecer a Nicole esta invitación que considero una muestra de amistad que me honra. El tema del que trata el libro no es uno sobre el cual yo investigue, si bien lo que leemos está cruzado de un lado por mi experiencia en un momento en que la lucha y la clase eran ejes vitales de la existencia de las mujeres militantes y, del otro, por los trabajos de sociología del cuerpo y las emociones, donde abordamos corporalidades, sensaciones, deseos y al mismo tiempo cuando se trata de las mujeres: otredades, diferencias y sentimientos escondidos, desconocidos, despreciados.

Me une también a Nicole un lazo de afecto francochileno, cristalizado en otro país, pero sobre todo un lazo que surge en un campo profesional, dado en el "afuera" del campo académico, que en el trabajo de intérpretes observamos hundidas en la semioscuridad de una pequeña cabina, lugar poco visto y no comprendido, equívocamente ignorado, poco reconocido por lo tanto, pero indispensable cuando el manejo de la lengua pasa necesariamente por quienes allí están. Un lugar donde vemos desplegarse el escenario de la palabra expuesta en la lucha intelectual que debido al hecho de deber compartir la competencia, surge como drama, repleto de movimientos, gestos, signos eminentemente masculinos y fálicamente significados como saber-palabra y poder, dado que en el campo académico las mujeres suelen ser minoritarias y los roles y funciones se organizan por separado. La cabina de traducción permite ver en los seminarios, coloquios, encuentros, o mesas redondas, que las mujeres son menos numerosas en la escena, dependiendo si las  temáticas son "duras" o "blandas". A veces no hay ninguna y sólo se concentran cuando los "temas" les son propios. En ese minúsculo lugar de la complicidad, donde nos comunicamos a través de pequeños papeles entre los cuartos de hora o los veinte minutos de esa cabina oculta, misteriosa y femenina, las mujeres huelen a perfume y a sudor de puertas cerradas en un cubículo ignorado, a pesar de tener en sus bocas la palabra como un tremendo poder puesto en cuerpo. Allí se trabaja a espaldas del público de las últimas filas  donde los asistentes cuchichean, leen revistas, duermen o revisan correos electrónicos. Al frente, en la escena principal los protagonistas están lejos, son desconocidos, pero completamente dependientes.

-II-

Nicole Forstenzer entrega un libro que contiene partes de la historia política chilena dando cuenta de características políticas de una sociedad que ausculta desde el problema que propone. El libro permite recorrer hechos que a veces por ser demasiado conocidos los hemos integrado a nuestro habitus, sin detenernos mucho a buscar cómo, cuándo y quiénes lo hicieron posible. Se dan cita las instituciones del Estado, las ONG's, las asociaciones, las organizaciones, los grupos y también las figuras femeninas que marcaron por su osadía, furia, compromiso o traición. Un recorrido que da cuenta de una búsqueda curiosa y seria que esta socióloga extrae de los cajones de la historia social chilena, exponiendo múltiples objetos que ayudan a explicar tanto las crisis como los silencios del feminismo. Así es como feminismo y género se despliegan para constituirse, enfrentarse, separarse y también analizarse, quizás ya por fuera del libro en las tantas negociaciones y acuerdos políticos que dejan ver a mujeres que pasan del compromiso social que las hizo ser y de los movimientos más "duros" a la comodidad tibia de las instituciones del Estado para tener que pagar el precio de callar u olvidar lo que antes dijeron y hablar desde los requerimientos obligados de un "cargo". Las políticas públicas, por ejemplo, quedan al descubierto  en propuestas completamente alejadas de organizaciones y movimientos sociales y es interesante recordar momentos claves en las luchas de este país en torno desplazamientos hacia el Estado.  En este libro encontramos innumerables autoras y autores revisados, al igual que datos, fechas, hechos y acontecimientos que se explican desde el feminismo y el género. Tal vez exagero si hablo de "tratado" pero con todo lo que contiene este libro es una buena fuente de información de la cual se desprende una profunda crítica al Estado chileno como a los movimientos mismos, sea cercanos sea alejados de él.

Los objetos de estudio que aborda respecto a la institucionalización, las reivindicaciones de igualdad entre los sexos en el marco de la transición y la evolución del feminismo chileno, van develando el agotamiento del movimiento feminista a la vez que la cuestión del "género" se va metiendo cada vez más en la institucionalidad que toma fuerza. No obstante y a pesar de la crítica que el libro contiene pienso que el lenguaje de Nicole es todavía muy amable para dar cuenta de las negociaciones políticas y -por qué no decirlo- de las traiciones políticas protagonizadas por mujeres que buscan poder y estatus.

Y así los capítulos se van convirtiendo en pequeños libros: sobre la historia del feminismo, sus debates, sus acciones, sus lazos con el mundo, sobre la perspectiva de género, visitada en la administración pública y la multiplicidad de las organizaciones feministas contemporáneas, sobre los conflictos que han vivido las organizaciones feministas y las políticas públicas de género, sobre el campo político que atrae y fascina. Es un gran trabajo el que la autora ha llevado a cabo para entregarnos en Chile una mirada francesa, que si bien está ya instalada en Valparaíso, como toda extranjeridad posee un afuera que puede romper la fuerza de la cotidianeidad, no solamente la de la vida misma por la que pasamos todos los días en las rutinas del hacer y sentir, sino de la forma en que se organiza dicha cotidianeidad.

-III- ¿Autonomía del cuerpo?

Nicole señala en el capítulo 8 que el género institucionalizado y el debilitamiento de las distintas ramas feministas en Chile, junto a la necesidad del consenso y el respeto de la economía neoliberal han despolitizado las relaciones sociales de sexo y han hecho surgir conflictos en los márgenes de los intereses oficiales de la política de género. Puedo agregar que la generalización e institucionalización de los derechos humanos se agrega si queremos examinar más de cerca lo que ocurre con el cuerpo de las mujeres, entendido como uno donde se inscribe la dominación masculina y por lo tanto la dominación política.

Las mujeres, atrapadas entre la construcción del "cuerpo femenino" realizado desde lo social y la representación que de sí mismas tienen como mujeres, enfrentan el malestar del cuerpo que efectivamente es el lugar más indicado para que se inscriban las prácticas cotidianas (Guillaumin) que las hacen ser percibidas como mediaciones de preceptos societales que acentúan la diferenciación entre cuerpo masculino y cuerpo femenino. En este marco, el cuerpo femenino puede convertirse en un objeto del cual se apropian los hombres para asegurar que la mujer no tenga un estatus de sujeto. Es un cuerpo cargado negativamente. Debido a esta apropiación La sociología de Dorothy Smith dirá que es el trabajo de las mujeres que les permite a los hombres olvidar que ellos también tienen un cuerpo. Para Guillaumin la propiedad del cuerpo es la condición de la constitución de sí y para Smith la organización de la división del trabajo en lo social es articulada por una cierta concepción ideológica del cuerpo. Sólo para mostrar una brizna de esta complejidad teórica, vemos que el cuerpo de la mujer se convierte para ellas en un doble obstáculo: les impide el status de sujeto y les impide conceptualizar el modo "diferente" en que invierten el cuerpo al interior de lo social.

Si el cuerpo se ha socializado como femenino y lo femenino ha sido apropiado por lo masculino, lo que ocurre en la esfer­a de la vida privada, principalmente la violencia contra el cuerpo de las mujeres, lo que se denomina violencia doméstica sin ser otra cosa que la violencia intrafamiliar,  se ha vuelto objeto de preocupación desde el comienzo de la transición democrática y hoy se vuelve eje de las políticas que buscan terminarla. De la violencia conyugal a la violencia intrafamiliar y al femicidio, ha sido fuerte la inquietud de los gobiernos por el problema. No obstante la naturalización no solo de un cuerpo apropiado sino de una violencia constituyente de dicha apropiación parecen resistir a las penas impuestas por la ley, como si una vez más la fuerza moral de la costumbre llevara la delantera por sobre todo juicio basado en el derecho. En el femicidio por ejemplo no se trata solo de dar la muerte a la mujer sino muchas veces de destrozar el cuerpo, completamente. ¿Por qué? ¿Acaso no estamos frente a un castigo "aceptado" silenciosamente por la sociedad?

Pero más que un estado pulsional del ser humano la violencia ­contra las mujeres precisa verse también en la constitución de ciertos momentos en que la política parece desaparecer. Es desde el cuerpo como único lugar donde se puede destruir, que quisiera brevemente aludir a las mujeres que han sido castigadas por haberse quedado del otro lado del orden.

En la formación social chilena se destaca la práctica de la violencia de Estado que ha implementado políticas de encierro/castigo/masacres y exterminios en contra de sus "enemigos internos". Cuando se trata de "enemigas" se deshace el lugar político del enemigo y sólo se devela que hay allí una mujer. Curiosamente encontramos en diversos testimonios de mujeres que han sobrevivido a la violencia de los hombres de sus familias o cercanos persiste esta suerte de poder absoluto que busca destruir toda libertad al mismo tiempo que destruir todo vínculo, todo lazo social. Un poder ya liberado de convicciones ideológicas que transforma las estructuras universales de las relaciones sociales de hombres y mujeres con el mundo. Porque hay lógicas de transmisión de conocimiento que extrae elementos y métodos provenientes de las formas más tradicionales de poder, para combinarlos, intensificarlos, instrumentalizarlos hasta hacerlos devenir una forma de poder particular, contra un cuerpo particular: el cuerpo de la mujer. Estas formas de violencia no son resultado de comportamientos individuales o aislados, sino de normas aprendidas y practicadas.

Y para seguir con Nicole la mayoría de las prácticas violentas contra el cuerpo de la mujer están relacionadas con la sexualidad y la reproducción. Todo un control político del cuerpo de la mujer pero que ha sido instituido antes, en la propia constitución de la nación. Hay que buscar más en la historia del Estado chileno dichas prácticas pero también en sus características y sus acomodos, en la fuerza de un cuerpo y una figura como la de Bachelet en el Chile post-dictadura y el modo de neutralizar conflictos donde la mujer desaparece tras múltiples negociaciones. "Chile necesita fuerza de mujer" era el slogan de la campaña. Pienso que vale detenerse en cada una de estas palabras y principalmente en el concepto de "fuerza". 

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